Será la última vez
que sienta palpitar
tu corazón en las yemas
de tus adoradísimos dedos.
Ya no habrá
despliegue incontenible
de amor táctil,
de piel naciente y resucitante
que va surgiendo
de tus besos intermitentes.
No más deleite,
no más de tu hálito agridulce,
no más de tu temperatura feroz,
ya no más...
Este fue
el último de los encuentros
entre tus ganas y mi deseo;
el último roce
que consolará nuestras soledades.
Se acabó el ritmo,
la media voz.
Mi cuerpo no buscará más
la conjunción perfecta
entre mis piernas
y tus caderas.
viernes, 14 de septiembre de 2007
lunes, 3 de septiembre de 2007
Extrañamiento
Hagamos una canción
hijo de Caín
nombra con tu lengua
todas mis irrealidades
y con tu lengua haz real
todos los nombres.
Hagamos una canción,
entretejiendo los sueños
entrelazando los brazos
entreteniendo los cuerpos.
Hagamos este proceso,
el más duradero extrañamiento
juguemos a desplazar el tiempo,
la distancia será sueño.
hijo de Caín
nombra con tu lengua
todas mis irrealidades
y con tu lengua haz real
todos los nombres.
Hagamos una canción,
entretejiendo los sueños
entrelazando los brazos
entreteniendo los cuerpos.
Hagamos este proceso,
el más duradero extrañamiento
juguemos a desplazar el tiempo,
la distancia será sueño.
viernes, 17 de agosto de 2007
Náuseas
Lleno mi vida de huecos y decepciones,
de personas que me vacían el alma,
de vampiros que me succionan el vientre.
Lleno mi vida de soledades y abismos,
de tristezas que nadie conoce,
de desesperación sin sentido.
Apuesto el corazón a la pérdida
y pierdo el corazón en cada apuesta.
Lleno mi vida de amores predestinados,
de historias trazadas,
de finales de miedo.
Mi derrota radica
en mi esencia misma.
Y me lleno volcándome,
perdiendo, sangrando,
y me lleno llorando...
por eso es que hoy
que me siento mediocremente contenta,
hoy que se me olvidó cómo llorar,
hoy que me decidí a no sufrir,
la nostalgia del día me produce naúseas.
de personas que me vacían el alma,
de vampiros que me succionan el vientre.
Lleno mi vida de soledades y abismos,
de tristezas que nadie conoce,
de desesperación sin sentido.
Apuesto el corazón a la pérdida
y pierdo el corazón en cada apuesta.
Lleno mi vida de amores predestinados,
de historias trazadas,
de finales de miedo.
Mi derrota radica
en mi esencia misma.
Y me lleno volcándome,
perdiendo, sangrando,
y me lleno llorando...
por eso es que hoy
que me siento mediocremente contenta,
hoy que se me olvidó cómo llorar,
hoy que me decidí a no sufrir,
la nostalgia del día me produce naúseas.
jueves, 16 de agosto de 2007
Este día
Ojalá nadie muera hoy. No me vaya a pasar como el poeta que despertó triste el día de la muerte de su tía.
Desperté ebria de tristeza, de cansancio. Me levanté sólo para exprimir mis ojos, llorándole a lo étereo, a todas esas personas que no me pertenecen; de una u otra forma todos me abandonan, menos los recuerdos.
Hoy hasta la soledad me dio la espalda en nuestra cama. Hoy nadie me abraza.
Pertenencia....pertenencia...¿Por qué deseo poseer? ¿Será que en realidad no tengo nada?
Me hago ovillo en el suelo, en el cielo, en el sueño, cubriendo con mis manos las carencias.
Busco y espero y deseo y sé que no hay nada...nada para mí.
Nunca estaré satisfecha, completa de muslo a muslo, de labios a labios.
¡Me he entregado tanto y no logro ser de nadie!
Me he entregado tanto...
Desperté ebria de tristeza, de cansancio. Me levanté sólo para exprimir mis ojos, llorándole a lo étereo, a todas esas personas que no me pertenecen; de una u otra forma todos me abandonan, menos los recuerdos.
Hoy hasta la soledad me dio la espalda en nuestra cama. Hoy nadie me abraza.
Pertenencia....pertenencia...¿Por qué deseo poseer? ¿Será que en realidad no tengo nada?
Me hago ovillo en el suelo, en el cielo, en el sueño, cubriendo con mis manos las carencias.
Busco y espero y deseo y sé que no hay nada...nada para mí.
Nunca estaré satisfecha, completa de muslo a muslo, de labios a labios.
¡Me he entregado tanto y no logro ser de nadie!
Me he entregado tanto...
miércoles, 15 de agosto de 2007
...
Duerme, duerme, duerme
déjame perderme,
desbarrancarme,
llenarme el pecho
y entregártelo.
Tú duerme,
no te percatarás
de todo el dolor;
quiero apostar
a perder,
contigo no hay más...
¡tengo tanto que ofrecer!
las manos llenas,
el cuerpo frágil,
los labios dulces,
las piernas dispuestas a apretarte,
el corazón...
tú no quieres mi corazón
no quieres
mi corazón.
Tú duerme,
cuando despiertes encontrarás
el cuchillo en tus manos,
la miel de mi alma en tu boca,
mi corazón corriendo por tu cuerpo,
y yo en la piedra
feliz, feliz, feliz
y muerta.
déjame perderme,
desbarrancarme,
llenarme el pecho
y entregártelo.
Tú duerme,
no te percatarás
de todo el dolor;
quiero apostar
a perder,
contigo no hay más...
¡tengo tanto que ofrecer!
las manos llenas,
el cuerpo frágil,
los labios dulces,
las piernas dispuestas a apretarte,
el corazón...
tú no quieres mi corazón
no quieres
mi corazón.
Tú duerme,
cuando despiertes encontrarás
el cuchillo en tus manos,
la miel de mi alma en tu boca,
mi corazón corriendo por tu cuerpo,
y yo en la piedra
feliz, feliz, feliz
y muerta.
jueves, 9 de agosto de 2007
Respuesta a tu poema
¿Qué es un acto humano
sino una ilusión cuando dos
interpretaciones distintas
son igualmente válidas?
Lawrence Durrell
Alcanzamos el cielo, dices
y yo he de resignarme,
no sin dolor,
a nuestro no futuro,
a la esperanza aferrada
a tus nubes de sueños,
a las ilusiones asidas fuertemente
de tus manos que no toco.
3:08, igual que tu ayer:
madrugada
/día
/infierno...
¿Cómo comenzaré a contar las horas sin ti?
Me gustaría escribir
con notas tu voz,
no ovidarla
y trazar con mis ansias
tu aroma a paz
¿Cómo comenzar mis olvidos contigo?
jueves, 2 de agosto de 2007
mi último recurso
Quisiera llorarle a tu fantasma
y darle el luto debido
como a todas las ilusiones.
¡Que te mueras bien muerto!
para olvidar que aún caminas.
Quisiera no pensar
que te quise pese a todo
y darle el luto debido
como a todas las ilusiones.
¡Que te mueras bien muerto!
para olvidar que aún caminas.
Quisiera no pensar
que te quise pese a todo
domingo, 1 de julio de 2007
Versos no leídos por ti
Jamás escribiré poesías como las tuyas;
la oda a tu semen
o a tu cuerpo sudando
no son lo mío.
¡No me enseñes!
No quiero que aplaudas mis aciertos
y señales mis errores.
¡Ya estoy harta de pretender ser poeta!
de cualquier modo, para ti
siempre seré la niña
y no es que quiera convertirme en tu puta
pero a mi amor ideal se lo está llevando la chingada.
No es mi culpa,
leo demasiado, vivo poco,
siento exagerado.
No me pidas que no desee…
De todos modos
alguien tiene que terminar con esto
¡carajo, qué manía de hacer versos!
Me he enamorado de ti
como amé a Dorian Gray,
a Adso o al general Rosas.
Tienes razón, eres ficción
y mi deseo no te toca
mi cariño menos…
estoy tirando hojas de amor al viento
¡No me jodas!
Lindos son tus labios ansiosos
tus ojos diciéndome no sé que.
Lindo es tu calor, tus palabras…
no mates la belleza, no la prostituyas.
(Me da risa que sepas todo
y no le des oportunidad a la vida
de sorprenderte.)
De todos modos
alguien tiene que frenar esto.
Si para ser poeta
se necesita tragar todo,
quedarse en nada,
follar, resignar,
dejar de amar
volcar la pasión sólo en líneas,
escribir para vivir
y no vivir para escribir,
entonces no sé si puedo,
si quiero hacer versos;
como sea, tú no leerás,
tú no entenderás
estás podrido de tanto absorber
dejaste de ser el personaje
para escribirlo.
No tiene sentido, y yo sigo pretendiendo escribir,
no hay leit motiv, sólo mi pasión,
mi desesperación,
pero eso es una mierda.
Podrás saber mucho,
pero por favor, no pretendas
enseñarme a sentir.
Estoy sola, nostálgica,
pero así estoy bien ¿bien?
tengo una tristeza muy tranquila
y así estoy bien…
así que deja de alejarme de la agonía
no gastes tu tiempo,
¡no me enseñes cómo sentir!
No te estoy pidiendo nada…
Lo que yo más deseo tocar sí es precisamente tu nostalgia.
la oda a tu semen
o a tu cuerpo sudando
no son lo mío.
¡No me enseñes!
No quiero que aplaudas mis aciertos
y señales mis errores.
¡Ya estoy harta de pretender ser poeta!
de cualquier modo, para ti
siempre seré la niña
y no es que quiera convertirme en tu puta
pero a mi amor ideal se lo está llevando la chingada.
No es mi culpa,
leo demasiado, vivo poco,
siento exagerado.
No me pidas que no desee…
De todos modos
alguien tiene que terminar con esto
¡carajo, qué manía de hacer versos!
Me he enamorado de ti
como amé a Dorian Gray,
a Adso o al general Rosas.
Tienes razón, eres ficción
y mi deseo no te toca
mi cariño menos…
estoy tirando hojas de amor al viento
¡No me jodas!
Lindos son tus labios ansiosos
tus ojos diciéndome no sé que.
Lindo es tu calor, tus palabras…
no mates la belleza, no la prostituyas.
(Me da risa que sepas todo
y no le des oportunidad a la vida
de sorprenderte.)
De todos modos
alguien tiene que frenar esto.
Si para ser poeta
se necesita tragar todo,
quedarse en nada,
follar, resignar,
dejar de amar
volcar la pasión sólo en líneas,
escribir para vivir
y no vivir para escribir,
entonces no sé si puedo,
si quiero hacer versos;
como sea, tú no leerás,
tú no entenderás
estás podrido de tanto absorber
dejaste de ser el personaje
para escribirlo.
No tiene sentido, y yo sigo pretendiendo escribir,
no hay leit motiv, sólo mi pasión,
mi desesperación,
pero eso es una mierda.
Podrás saber mucho,
pero por favor, no pretendas
enseñarme a sentir.
Estoy sola, nostálgica,
pero así estoy bien ¿bien?
tengo una tristeza muy tranquila
y así estoy bien…
así que deja de alejarme de la agonía
no gastes tu tiempo,
¡no me enseñes cómo sentir!
No te estoy pidiendo nada…
Lo que yo más deseo tocar sí es precisamente tu nostalgia.
viernes, 29 de junio de 2007
HOY TE AMO
21/06/07
Estoy
cantando ese beso,
reinventando la suavidad,
incrementando la intensidad,
haciendo nuevos unos matusalénicos labios
probados hace 932 siglos.
Estoy
devorándome los ojos
de este ser que es tan mío
y que no me pertenece
(esos ojos que han llorado
todas mis tristezas).
Estoy
cambiando mi piel
para que leas algo novedoso con tus manos
para que el escalofrío
siga cosiendo mis poros.
Estoy
desbaratándo el amor,
soltando la risa,
tomándote del alma,
mordiendo una piel distinta,
probando el deseo...
costruyendo el amor.
¡Resucitemos a los muertos!
¡Levantemos a los dormidos!
Hay una buena noticia: ¡Hoy te amo!
Estoy
cantando ese beso,
reinventando la suavidad,
incrementando la intensidad,
haciendo nuevos unos matusalénicos labios
probados hace 932 siglos.
Estoy
devorándome los ojos
de este ser que es tan mío
y que no me pertenece
(esos ojos que han llorado
todas mis tristezas).
Estoy
cambiando mi piel
para que leas algo novedoso con tus manos
para que el escalofrío
siga cosiendo mis poros.
Estoy
desbaratándo el amor,
soltando la risa,
tomándote del alma,
mordiendo una piel distinta,
probando el deseo...
costruyendo el amor.
¡Resucitemos a los muertos!
¡Levantemos a los dormidos!
Hay una buena noticia: ¡Hoy te amo!
viernes, 22 de junio de 2007
Reencarnación
"[...]y es seguro que al verme recordaste
como yo, que no éramos extraños.”
Elías Nandino
Reconocí en tus ojos, Tristán
mi alma entera
¡pero ha pasado tanto tiempo
de aquél filtro!
Quizá solo regresaste
para matar la deuda
de tus labios
pero yo ¡cándida!
volví a beberlo…
¿Por qué despertaste en mi sangre?
Te hubiera hallado
al otro lado del mundo,
pero esta cercanía tan odiosa
nos aleja irremediablemente.
Tal vez esta no era la vida para querernos…
Tenerte cerca fue
como regresar a casa…
¡La literatura nos exime!
Crisis
Soy virgen porque quiero
no me emborracho,
nada de drogas,
nada de excesos.
Me dicen que sin eso
no puedo escribir;
aunado a mi pobre léxico
a mis pocas lecturas
definitivamente ¡No puedo escribir!
Sí, sí
yo también puedo citar
al buen Dante,
a Bocaccio,
al Gabo
o a Sabines…
pero hoy sólo quiero escribir
y si necesito justificarme para entrar
en el cerrado círculo “alma de poeta”,
lo haré:
mi mente es una prostituta,
me embriago de soledad,
viajo en la nostalgia y en la risa,
llevo mis sentimientos al límite
y me excedo al soñar.
Ahora ¿puedo escribir?
Ahora…ya no quiero escribir.
Mejor vivir
mejor dormir
mejor
so
ñ a r.
no me emborracho,
nada de drogas,
nada de excesos.
Me dicen que sin eso
no puedo escribir;
aunado a mi pobre léxico
a mis pocas lecturas
definitivamente ¡No puedo escribir!
Sí, sí
yo también puedo citar
al buen Dante,
a Bocaccio,
al Gabo
o a Sabines…
pero hoy sólo quiero escribir
y si necesito justificarme para entrar
en el cerrado círculo “alma de poeta”,
lo haré:
mi mente es una prostituta,
me embriago de soledad,
viajo en la nostalgia y en la risa,
llevo mis sentimientos al límite
y me excedo al soñar.
Ahora ¿puedo escribir?
Ahora…ya no quiero escribir.
Mejor vivir
mejor dormir
mejor
so
ñ a r.
Sin título, sin ti
Estoy de nuevo en esta ciudad, aquella donde nos conocimos y donde nos despedimos. A comparación de las nuestras que son mounstros, es pequeña. Estoy en esta ciudad por obligación, con un dolor desgarrante, quiero irme, pero mi masoquismo no me deja e incluso hará que me torture todo lo posible.
Por lo general las ciudades son polifónicas, llenas de recuerdos; la mía, por ejemplo, dice cosas distintas dependiendo el día, el clima, el humor. Pero esta ciudad, sus colores, su historia, sólo tienen una voz, o mejor dicho, todos sus sonidos se unen y me gritan tu nombre. Me gustaba hasta tu nombre. Me gustas desde el nombre.
Volví al lugar donde te vi por primera vez. La sangre se desplazaba como a chorros hirviendo; recordé mis ojos deslizándose profundamente por tu silueta, mi olfato alerta, tu espalda ancha, aquel era el lugar donde tu perfil se convertiría en mi muerte, en el objeto de mis deseos, tu boca sensual, los detalles de tu oreja, tu gesto al sonreír, todo en ese perfil.
Llena de tu nombre que sólo repito en silencio, me dirigí al sitio donde tus labios se convirtieron en lo único que yo deseaba y que, afortunada o desdichadamente no probé en esa ocasión.
Te volví a ver unos años después. Me condenaste a tu halo en esa hora ilícita y me convertí en la lectora de tu poesía, de tus sentimientos, de tu cuerpo en braile. Me dediqué a interpretarte, a devorarte, a soñarte, a esperarte.
Después fui a tu ciudad. En una semana fui todo lo feliz que alguien puede llegar a ser. Enseñé a tus ansiosas manos a tocarme y me bebí una y otra vez todos los besos, hasta que el no hacerlo en frente de la familia nos resultaba casi imposible. Te escuché y aprendí como nunca sobre mí.
Una mañana de esa semana estaba dormida, cuando sentí un calor inmenso y ahí estabas tú, mirándome de arriba a abajo, pero a distancia. Te acercaste No es nada de tu cuerpo, ni tu piel, ni tus ojos , ni tu vientre te sentaste junto a mí, ni ese lugar que los dos conocemos me acerqué a ti, ebria de tus palabras, con la mirada que No es tu mirada -¿Qué es una mirada?- triste luz descarriada, paz sin sueño iba de tus ojos a tus labios, ni la humedad caliente de tu asfixia que sostiene tu beso un calor húmedo se metía entre mis piernas y salía por mi boca. No me atrevía a besarte, a romper el hilo de electricidad que corría por los versos que recitabas Es sólo este lugar donde estuviste, estos mis brazos tercos cerca, estábamos muy cerca pero tu mano sorprendió a mi rodilla y robó la atención del beso no dado. Se deslizó arriba, arriba más arriba, fría y caliente, suave, fuerte, intensa humedad. Tuvimos sexo con los ojos, con las manos, con las palabras. Algo se desprendió de nosotros y copuló mientras tus dedos exploraban mi cuerpo. Tuvieron esos entes un orgasmo tan escalofriante que lo sintieron nuestros huesos.
Otra ocasión, estábamos a punto de hacernos el amor, pero te miré fijamente y sin hablar, supiste que yo no quería ser casi cualquiera, yo quería ser una, la única, la tercera. Esa vez los labios fueron los encargados del acto sexual y entre beso y beso otra vez recitabas Es que hay besos que valen mucho más que un coito completo; porque son tan carnales, de veras, que nos dejan las bocas con dolor de caderas.
Ahora estoy en esta cama donde me quitaste gloriosamente eso que decías que era el motivo por el que aún no podía morir.
Nos hicimos el amor toda la noche, con calma, con prisa, con violencia, con ternura, con el alma; cada parte de tu cuerpo me penetraba, todos nuestros miembros se mezclaban deliciosa y rítmicamente.
Aquí fue donde consumamos el incesto, la infidelidad, la lujuria…ardíamos en el infierno como la fricción de nuestro sexo. Pero no importaba, todo estaba justificado por el amor; yo te amaba intensamente, terriblemente. Tú deseabas estar dentro de mí toda la eternidad.
Ahí también fue donde terminó la locura y comenzó la muerte. Nos despedimos ávidamente, con promesas al futuro, deseando como nunca volver a verte, extrañándote.
Después enfermé de ti, tú te curaste de mí. Me probaste y me olvidaste, Se terminó la poesía, volviste con una de las dos. Nunca me convertí en la tercera.
Le escribía con vehemencia a un fantasma que no me quería, que se había olvidado por completo de mí.
Te necesitaba, te había entregado mi alma, mi cuerpo; te amaba con una fiebre insoportable… te amo con una fiebre insoportable.
Volví a esta ciudad por invitación, por obligación; cuando alguien se casa en la familia, no importa lo lejana o cercana que sea, es absolutamente imperdonable no asistir.
No sé si estoy viva o morí aquella noche entre tu cuerpo o morí de dolor hace unos días.
¡Qué ironía! Miro tu perfil –objeto de mis deseos, principio de calamidades- otra vez. Estás lejos, Te deshiciste de tu especial credo y adoptaste el vulgar de ella. Sólo me gustaría hablarte para preguntarte, ¿tenía que ser aquí, justamente? En nuestra ciudad….¿En nuestras ciudad tenías que casarte?
Mientras yo desfallezco sin perder la compostura que se exige a los familiares cuando tú dices “sí acepto”, la ciudad murmura en su estridencia tu nombre.
Por lo general las ciudades son polifónicas, llenas de recuerdos; la mía, por ejemplo, dice cosas distintas dependiendo el día, el clima, el humor. Pero esta ciudad, sus colores, su historia, sólo tienen una voz, o mejor dicho, todos sus sonidos se unen y me gritan tu nombre. Me gustaba hasta tu nombre. Me gustas desde el nombre.
Volví al lugar donde te vi por primera vez. La sangre se desplazaba como a chorros hirviendo; recordé mis ojos deslizándose profundamente por tu silueta, mi olfato alerta, tu espalda ancha, aquel era el lugar donde tu perfil se convertiría en mi muerte, en el objeto de mis deseos, tu boca sensual, los detalles de tu oreja, tu gesto al sonreír, todo en ese perfil.
Llena de tu nombre que sólo repito en silencio, me dirigí al sitio donde tus labios se convirtieron en lo único que yo deseaba y que, afortunada o desdichadamente no probé en esa ocasión.
Te volví a ver unos años después. Me condenaste a tu halo en esa hora ilícita y me convertí en la lectora de tu poesía, de tus sentimientos, de tu cuerpo en braile. Me dediqué a interpretarte, a devorarte, a soñarte, a esperarte.
Después fui a tu ciudad. En una semana fui todo lo feliz que alguien puede llegar a ser. Enseñé a tus ansiosas manos a tocarme y me bebí una y otra vez todos los besos, hasta que el no hacerlo en frente de la familia nos resultaba casi imposible. Te escuché y aprendí como nunca sobre mí.
Una mañana de esa semana estaba dormida, cuando sentí un calor inmenso y ahí estabas tú, mirándome de arriba a abajo, pero a distancia. Te acercaste No es nada de tu cuerpo, ni tu piel, ni tus ojos , ni tu vientre te sentaste junto a mí, ni ese lugar que los dos conocemos me acerqué a ti, ebria de tus palabras, con la mirada que No es tu mirada -¿Qué es una mirada?- triste luz descarriada, paz sin sueño iba de tus ojos a tus labios, ni la humedad caliente de tu asfixia que sostiene tu beso un calor húmedo se metía entre mis piernas y salía por mi boca. No me atrevía a besarte, a romper el hilo de electricidad que corría por los versos que recitabas Es sólo este lugar donde estuviste, estos mis brazos tercos cerca, estábamos muy cerca pero tu mano sorprendió a mi rodilla y robó la atención del beso no dado. Se deslizó arriba, arriba más arriba, fría y caliente, suave, fuerte, intensa humedad. Tuvimos sexo con los ojos, con las manos, con las palabras. Algo se desprendió de nosotros y copuló mientras tus dedos exploraban mi cuerpo. Tuvieron esos entes un orgasmo tan escalofriante que lo sintieron nuestros huesos.
Otra ocasión, estábamos a punto de hacernos el amor, pero te miré fijamente y sin hablar, supiste que yo no quería ser casi cualquiera, yo quería ser una, la única, la tercera. Esa vez los labios fueron los encargados del acto sexual y entre beso y beso otra vez recitabas Es que hay besos que valen mucho más que un coito completo; porque son tan carnales, de veras, que nos dejan las bocas con dolor de caderas.
Ahora estoy en esta cama donde me quitaste gloriosamente eso que decías que era el motivo por el que aún no podía morir.
Nos hicimos el amor toda la noche, con calma, con prisa, con violencia, con ternura, con el alma; cada parte de tu cuerpo me penetraba, todos nuestros miembros se mezclaban deliciosa y rítmicamente.
Aquí fue donde consumamos el incesto, la infidelidad, la lujuria…ardíamos en el infierno como la fricción de nuestro sexo. Pero no importaba, todo estaba justificado por el amor; yo te amaba intensamente, terriblemente. Tú deseabas estar dentro de mí toda la eternidad.
Ahí también fue donde terminó la locura y comenzó la muerte. Nos despedimos ávidamente, con promesas al futuro, deseando como nunca volver a verte, extrañándote.
Después enfermé de ti, tú te curaste de mí. Me probaste y me olvidaste, Se terminó la poesía, volviste con una de las dos. Nunca me convertí en la tercera.
Le escribía con vehemencia a un fantasma que no me quería, que se había olvidado por completo de mí.
Te necesitaba, te había entregado mi alma, mi cuerpo; te amaba con una fiebre insoportable… te amo con una fiebre insoportable.
Volví a esta ciudad por invitación, por obligación; cuando alguien se casa en la familia, no importa lo lejana o cercana que sea, es absolutamente imperdonable no asistir.
No sé si estoy viva o morí aquella noche entre tu cuerpo o morí de dolor hace unos días.
¡Qué ironía! Miro tu perfil –objeto de mis deseos, principio de calamidades- otra vez. Estás lejos, Te deshiciste de tu especial credo y adoptaste el vulgar de ella. Sólo me gustaría hablarte para preguntarte, ¿tenía que ser aquí, justamente? En nuestra ciudad….¿En nuestras ciudad tenías que casarte?
Mientras yo desfallezco sin perder la compostura que se exige a los familiares cuando tú dices “sí acepto”, la ciudad murmura en su estridencia tu nombre.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)